SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE De los escritos del santo «patrono de los educadores cristianos» extraemos estas finas meditaciones para uso de cuantos se dedican a la educación de la juventud, en las que se trata sobre la obligación de reprender y corregir las faltas que cometen aquellos de cuya instrucción están encargados
Una de las señales y uno de los efectos del celo que se siente por el bien y por la salvación de las almas es reprender y corregir a aquellos cuya dirección se tiene, cuando incurren en alguna falta . De igual modo actuaba con los fariseos, cuya hipocresía y falsa piedad 3 no podía tolerar, como tampoco su orgullo, que les inducía a valorar y ensalzar sus propios actos 4 y a criticar, e incluso censurar, los de los demás. 5 Condenaba, en fin, todo su proceder, porque se contentaban con enseñar a los otros, y no se preocupaban de practicar lo que Él les enseñaba. 6 En todos esos encuentros, Jesucristo los reprendía públicamente y se lo reprochaba . Eso es lo que hizo Jesucristo no solo con los fariseos, sino también con otros en diversas ocasiones. Así debéis reprender y corregir a vuestros discípulos cuando cometen alguna falta ; y tanto más, cuanto que es propio de los niños caer con frecuencia en ellas por obrar muchas veces sin reflexión; y como las reprensiones y correcciones que se les hacen les dan ocasión de reflexionar sobre lo que han de hacer, son motivo para que vigilen sobre sí mismos para no incidir en las mismas faltas. No debemos ser esclavos del pecado
Está el hombre tan inclinado por naturaleza al pecado que parece no encontrarse a gusto sino cometiéndolo . Y eso se nota particularmente en los niños; ya que, al no tener todavía desarrollada la mente, y al no ser capaces de profundas y serias reflexiones, parece que no tienen otra inclinación que la de contentar sus pasiones y sentidos y dar gusto a la naturaleza . Por eso dice el Espíritu Santo que la necedad está como atada al cuello de los niños, y que sólo se les cura de ella por medio de la corrección 8 . Por tanto, el medio de librar del infierno las almas de los niños es valerse de este remedio, que les infundirá cordura; por el contrario, si se les abandona a sus antojos, correrán peligro de perderse y causarán muchos disgustos a sus padres. Puede decirse, en efecto, con razón, que el niño que se ha habituado al pecado ha perdido, en cierto modo, su libertad, y él mismo se ha convertido en cautivo y desgraciado , según lo que dice Jesucristo, que quien comete pecado es esclavo del pecado. 10 A vosotros, que sois los maestros de quienes están bajo vuestra dirección, corresponde poner todo el cuidado posible para llevarlos a esa libertad de los hijos de Dios, que nos adquirió Jesucristo 11 , al morir por nosotros. Estrecha cuenta daremos a Dios de nuestras obligaciones Lo que más debe animaros a reprender y corregir las faltas de vuestros discípulos es que, si dejáis de hacerlo, seréis vosotros mismos reprensibles ante Dios, quien os castigará por vuestra flojedad y negligencia para con ellos; porque siendo los sustitutos de sus padres, de sus madres y de sus pastores, estáis obligados a velar sobre ellos como quien tiene que dar cuenta de sus almas. 12 Por tanto, si no vigiláis su conducta, debéis estar persuadidos de que, al no estar estos niños en condiciones de guiarse por sí mismos , daréis vosotros cuenta a Dios por ellos de las faltas que hayan cometido, como si las hubieseis cometido vosotros.
1 . Lc 19, 45-46.
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Pedagogía católica El deber de la corrección |
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