El décimo artículo del Credo nos enseña que Jesucristo ha dejado a su Iglesia el poder de perdonar todos los pecados, por muchos y graves que sean, porque Él le ha dado plena potestad para atar y desatar. Los que en la Iglesia ejercen la potestad de perdonar los pecados son, en primer lugar, el Papa, que es el único que posee la plenitud de esta potestad; luego los Obispos y, con dependencia de los Obispos, los sacerdotes. La Iglesia perdona los pecados por los méritos de Jesucristo, confiriendo los sacramentos instituidos por Él con este fin, principalmente el Bautismo y la Penitencia.
El undécimo artículo del Credo nos enseña que todos los hombres resucitarán, volviendo a tomar cada alma el cuerpo que tuvo en esta vida. La resurrección de los muertos sucederá por la virtud de Dios omnipotente, a quien nada es imposible. Ello acaecerá al fin del mundo, y entonces seguirá el juicio universal. Dios ha dispuesto la resurrección de los cuerpos para que, habiendo el alma obrado el bien o el mal junto con el cuerpo, sea también junto con el cuerpo premiada o castigada. Habrá grandísima diferencia entre los cuerpos de los escogidos y los cuerpos de los condenados, porque sólo los cuerpos de los escogidos tendrán, a semejanza de Jesucristo resucitado, las dotes de los cuerpos gloriosos. Las dotes que adornarán los cuerpos gloriosos de los escogidos son: 1) la impasibilidad, por la que no podrán ya estar sujetos a males y dolores de ningún género, ni a la necesidad de comer, descansar o de otra cosa; 2) la claridad, con la que brillarán como el sol y como otras tantas estrellas; 3) la agilidad, con que podrán trasladarse en un momento y sin fatiga de un lugar a otro, y de la tierra al cielo; 4) la sutileza, con que sin obstáculo alguno podrán penetrar cualquier cuerpo, como lo hizo Jesucristo resucitado. Los cuerpos de los condenados estarán privados de las dotes de los cuerpos gloriosos y llevarán la horrible marca de su eterna condenación (Catecismo Mayor de San Pío X, Ed. Magisterio Español, Vitoria, 1973, pp. 34-35).
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Sagrado Corazón de Jesús, ¡salva al pueblo peruano! |
Cuarto artículo del Credo Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado La palabra Padeció expresa todas las penas que Jesucristo sufrió en su pasión. Jesucristo murió en cuanto hombre, porque en cuanto Dios no podía padecer ni morir. El suplicio de la cruz era el más cruel y afrentoso de todos los suplicios... | |
Noveno artículo del Credo - III Creo en la Santa Iglesia Católica, en la Comunión de los Santos La Iglesia docente y la Iglesia discente son dos partes distintas de una misma y única Iglesia, como en el cuerpo humano la cabeza es distinta de los otros miembros, y con todo forma con ellos un solo cuerpo. Componen la Iglesia docente todos los Obispos, con el Romano Pontífice a la cabeza, ya se hallen dispersos, ya congregados en Concilio. Componen la Iglesia discente o enseñada todos los fieles... | |
Segundo artículo del Credo Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor El segundo artículo del Credo nos enseña que el Hijo de Dios es la segunda Persona de la Santísima Trinidad: que es Dios eterno, omnipotente, Creador y Señor como el Padre, que se hizo hombre para salvarnos, y que el Hijo de Dios hecho hombre se llama Jesucristo... | |
Quinto artículo del Credo Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos Jesucristo bajó, no al infierno de los condenados, sino al llamado seno de Abraham, donde estaban detenidos los justos; que no sólo bajó en virtud o poder, sino su alma en realidad y presencia, y que lo hizo a sacarlas de aquella mansión donde estaban esperando que su divino libertador triunfase de la muerte y del pecado... | |
Noveno artículo del Credo - I Creo en la Santa Iglesia Católica, en la Comunión de los Santos Dios, por una gracia particular, nos ha llamado a la Iglesia de Jesucristo, para que con la luz de la fe y la observancia de la divina ley le demos el debido culto y lleguemos a la vida eterna... |
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