John Horvat El coronavirus domina los noticieros del mundo, provocando una psicosis rara vez vista en los tiempos modernos. Aunque el virus aún no ha demostrado toda su furia, la reacción contra él es enloquecida, generando dos espectáculos simultáneos: el primero es el propio coronavirus; el segundo es el miedo del coronavirus, que podemos denominar coronafobia. Este último es el más destructivo. La gente está aterrorizada con el virus porque los introduce en un mundo desconocido. Se trata de una misteriosa enfermedad que proviene de una lejana tierra totalitaria. Todo el mundo desconfía de los datos procedentes de China. La naturaleza altamente contagiosa e impredecible del virus se suma al miedo generalizado. La amplificación y las imágenes difundidas por los medios de comunicación multiplican el impacto de la enfermedad, creando un sensacionalismo sobre su avance. De tal conjunción de factores resulta que en todo el mundo la coronafobia viene desacelerando las economías, pulverizando los precios de las acciones en las bolsas, paralizando ciudades e interrumpiendo celebraciones religiosas. Está configurando la política, al par que los líderes mundiales son puestos a prueba para enfrentar el grave desafío de este contagio. Una amenaza real Por supuesto, el coronavirus presenta riesgos reales. Por ello se deben tomar medidas razonables. Como en todos los casos de gripe, la gente se enferma y algunos mueren. Aquellos con sistemas inmunológicos débiles son especialmente vulnerables. Sus víctimas fatales son generalmente personas frágiles por condiciones preexistentes. Sin embargo, dos factores hacen que esta amenaza sea diferente y más aterradora que los casos de gripe que se cobran decenas de miles de vidas cada año: el primero es que el coronavirus puede atacar de forma rápida e indiscriminada; el segundo es que no hay vacunas ni medicamentos para enfrentarlo. En consecuencia, la gente se siente totalmente desamparada frente a este pequeño virus que esta poniendo de rodillas a un mundo frágil e interconectado. Las causas del miedo Nadie quiere decirlo, pero lo que desencadena la coronafobia es el miedo “hobbesiano”* a la muerte, que tanto obsesiona a la mente moderna. Cada persona ve en una muerte por coronavirus su posible muerte. Este miedo paranoico exige el empleo de todos los medios posibles para contener esta remota amenaza, aunque tales medios parezcan excesivos. Este drama desesperado crea condiciones en las que la gente incluso renunciará a derechos y libertades para evitar contraer el virus. La coronafobia es causada por una sociedad que erigió el gozo de la vida como valor supremo. Por eso todo el poder del sistema sanitario debe ser movilizado con tanta pasión. Se debe hacer todo lo posible para prolongar la vida de los que aún disfrutan de ella y piensan poco en lo venidero. Paradójicamente, no toda vida es igualmente valorada en la cultura hedonista de hoy en día. El mismo sistema sanitario que se esfuerza para tratar a las víctimas del COVID-19 siega miles de vidas diariamente, a través del aborto y de la eutanasia, para que otros se liberen de responsabilidades y “disfruten” de la vida. Viviendo en la negación La coronafobia explica por qué hay tanto bombo alrededor del tema. En una cultura que adora el placer, los virus que amenazan la vida abruman y aplastan a las personas que no están acostumbradas a pensar en la muerte y el sufrimiento. La gente busca alguna manera de escapar de esta desagradable realidad. Para evitar cualquier pensamiento profundo sobre el virus, la gente lo rodea con ruido y agitación, con la esperanza de que el estruendo pueda ahuyentarlo. Para encontrar soluciones rápidas al problema, exigen a gritos una acción urgente, incluso si va en contra del sentido común. En su impotencia, se llenan de resentimiento y rabia, culpando a otros por su desgracia. El miedo manda en tales circunstancias. La gente hará cualquier cosa para evitar tener que enfrentar la crisis sola, con toda su seriedad. El festival de sobrexcitación lo ahoga todo, en una frenética intemperancia de negación colectiva.
El remedio para la coronafobia Hay un remedio para la coronafobia. Implica enfrentarse a la realidad con toda objetividad. La gente no debe reaccionar exageradamente ni minimizar los peligros. Deben enfrentarse al virus con calma y con sentido común, utilizando los medios regulares con los que se combaten los casos de una gripe severa. La tragedia invita a la gente a reflexionar sobre la mortalidad y la contingencia humana. En el silencio de la reflexión, encontrarán un significado y un propósito para sus sufrimientos. Encontrarán el valor para actuar eficazmente, abrazando la realidad, no negándola. La coronafobia solo puede ser superada por aquellos que se atrevan a pensar más allá de los placeres de la vida. Tragedias de este tipo hacen patentes las limitaciones de una sociedad puramente secular, en que la humanidad es abandonada a su propia suerte y frente a su lamentable insuficiencia. A lo largo de la historia, ante la tribulación, los fieles recurrían a Dios y encontraban consuelo y auxilio. Por ello que la Iglesia siempre desempeñó un papel tan importante en tiempos de calamidad. En lugar de prohibir los oficios de la Iglesia, las autoridades deberían incentivarlos e incrementarlos. Generalmente las tragedias llevan a la gente a confiar en Dios y en su Providencia. Esta confianza es el único remedio seguro contra la devastadora coronafobia que asola al mundo.
* Hobbesianismo.- Doctrina formulada por el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679). Partiendo de la suposición de una insociabilidad inherente a la condición humana, considera el poder coercitivo del Estado, originado por un pacto consentido entre los ciudadanos, con el objeto de limitar los deseos exacerbados o beligerantes e instaurar la paz en la vida social (Cf. Diccionario Houaiss).
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Confianza en la Providencia Divina Remedio seguro contra la “coronafobia” |
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