¿Cómo es posible que hayamos llegado al absurdo clamoroso, al disparate total, a la negación de la naturaleza, a la confrontación desvergonzada de las evidencias más claras y objetivas, como esa perniciosa invención llamada “ideología de género”? Entonces, ¿un bebé que nace con todas las características de un niño, arraigadas en la naturaleza, podría considerarse una niña? ¿Y una niña se podría convertir en un niño? ¡Y que existan aún muchos otros géneros! ¿Estulticia o mala fe? Aunque existan personas tontas e idiotizadas, y la especie no sea tan rara, no fue dado al ser humano llevar la estulticia tan lejos como para pensar que Rosita pueda ser un niño y que Pedrito pueda ser una niña. La imbecilidad humana no permite llegar a tales extremos. La maldad humana, en cambio, puede llegar a radicalismos insospechados, sobre todo cuando se deja inspirar por el demonio y se adhiere a él. En realidad, la “ideología de género” conduce, antes que a cualquier modificación física, a un cambio mental de las personas. Es el alma la que se pretende cambiar. Un cambio tan medular y desmedido que dé lugar a una especie de ser infrahumano, del cual se haya extirpado por completo la lógica, abolido los conceptos más elementales y extinguido las evidencias más tangibles. Esto produce un ser ex-humano que ya no sea capaz de pensar, analizar o juzgar. Un robot perfecto para ser dirigido por la propaganda y por maniobras parasicológicas. Una vez alcanzado este nivel infrahumano, se espera que, tal vez, en esos mismos laboratorios sicológicos en los que se urdió la “ideología de género”, se haya deconstruido la idea misma del ser humano, y a partir de ahí se cree el “hombre nuevo”, ya bosquejado por adictos al comunismo o al nazismo, y por las corrientes ecologistas radicales. La magna obra del Dios Creador habría sido vulnerada en su raíz, ni hombre ni mujer, y en su lugar surgiría una nueva “creación”, diferente y opuesta a la que se nos reveló en el Libro del Génesis. El demonio odia a Dios, pero como es totalmente impotente para vulnerarlo, dirige su odio contra la naturaleza humana, hecha a imagen y semejanza del Creador, para mancillarla e infectarla con su hálito infernal. Como alguien que, al odiar mucho a cierta persona, pero no poder alcanzarla porque vive en otro continente, se lanza sobre su fotografía, la cubre de inmundicias y luego la hace pedazos. Este lado religioso de la “ideología de género” es su aspecto más siniestro y profundo, y explica por qué sus heraldos están tan empeñados en que los escolares sean adoctrinados en ella, con el fin de deformar las mentes de los futuros adultos según sus parámetros. Esto explica también por qué han surgido tantas reacciones nobles y buenas, indignadas ante este atentado contra las mentes infantiles, porque muchas personas, aunque no lleguen a entender a fondo las maldades que encierra, son conscientes de que su propia naturaleza está siendo manchada, sienten en el aire el nauseabundo hálito de Satanás y lo repelen. Es un enfrentamiento digno de los Últimos Tiempos, a los que hace mención san Luis María Grignion de Montfort. Por un lado, la Santísima Virgen llora al presenciar un pecado tan grande contra la naturaleza humana creada por Dios. Pero, por otra parte, infunde lucidez, fuerza y valor a sus hijos y seguidores para que luchen sin desfallecer y hasta el final.
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