Como Nuestro Señor Jesucristo lloró sobre Jerusalén al comenzar su Pasión, hoy la Virgen lo hace y amargamente, por lo que ha sucedido en una nación católica que amó al extremo. La aprobación del llamado “matrimonio” homosexual en España constituye una gravísima ofensa a Dios, máxime dadas las actitudes de miembros del Gobierno, de ostentoso desprecio por las censuras de S. S. Juan Pablo II a ese propósito, poco antes de fallecer. No se trata de un hecho aislado y fortuito, sino que hace parte de un programa revolucionario, de una agenda para la total descristianización de la sociedad y de amenaza a todos los que quieran ser fieles a lo que manda la Moral. Los socialistas españoles han expresado su satisfacción por este nuevo paso hacia la conquista de la igualdad total y de la libertad absoluta, metas de la revolución anticristiana, con slogans como éste: ¡Ahora, todos somos más iguales! ¿Qué nos deparará el futuro? Mañana —¡Dios no lo permita!— se intentará justificar del mismo modo otros pecados, como la pedofilia, el incesto, la necrofilia, la bestialidad y aun otras aberraciones. Porque en ese afán de igualdad y de liberalismo revolucionario no hay límites. Así, pronto se pretenderá alcanzar la equiparación del hombre al animal. Ha sorprendido también la triste actitud de un rey cuyos antepasados recibieron otrora del Papa el título de Reyes Católicos. Su premura en firmar esta ley ha sido motivo para que la movilización de los fautores y simpatizantes de la sodomía en Madrid pasara de fiesta a triunfo. Si alguien ganó, hubo indudablemente quien perdió. Perdió la familia, perdió España y perdió la Iglesia. ¡Dios no permita que este pésimo ejemplo sea seguido por las naciones de América, Continente de la esperanza! “No ofendan más a Nuestro Señor”, dijo la Virgen en su última aparición en Fátima. Años después los “errores de Rusia” ocasionaron en España la crudelísima Guerra Civil (1936-39). Pero Dios castigaría a España una vez más según se desprende de una carta de la Hna. Lucía al obispo de Gurza, del 28 de febrero de 1943: “Si los señores obispos de España, atendiendo los deseos de Nuestro Señor, emprenden una verdadera reforma tanto en el pueblo como en el clero, bien; caso contrario Rusia permanecerá aún como instrumento de Dios para castigarla una vez más”. Sin embargo, es necesario aclarar, este inmenso pecado —que representa la aprobación de una ley antinatural—, no es responsabilidad exclusiva de los promotores de la agenda homosexual, ni de los partidos y legisladores que la favorecieron con sus votos. Es grave culpa también de los tibios, de los indiferentes, de todos aquellos que no proclamaron oportunamente las verdades evangélicas y las nociones morales, que el pueblo necesita saber para enfrentar la desinformación campante. Ofrezcamos nuestras oraciones y hagamos un acto de reparación, para consolar a Jesús y a su Santísima Madre por esta nueva afrenta.
¿Qué dice la Sagrada Escritura — “Jerusalén se está desintegrando; Judá está cayendo; pues sus palabras y sus actos están delante del Señor, una provocación a los ojos de su Majestad. Su propio mirar sirve como testimonio contra ellos; Ellos se vanaglorian de su pecado como el de Sodoma, no lo esconden. ¡Ay de ellos! Ellos buscan el mal para sí mismos” (Is. 3, 8-9). — “No cometas pecado de sodomía, porque es una abominación” (Lev. 18, 22). — “No queráis engañaros: ni los fornicadores, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los que viven de rapiña, han de poseer el reino de Dios” (1 Cor. 6, 9-10). — “Las ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a cenizas, [Dios] las condenó a desolación poniéndolas para escarmiento de los que vivirán impíamente” (2 Pedro 2, 6). — “Por lo cual Dios los abandonó a los deseos de su corazón, a los vicios de la impureza, en tanto grado que deshonraron ellos mismos sus propios cuerpos” (Rom 1, 22-24). — “Por eso los entregó Dios a pasiones infames, pues sus mismas mujeres invirtieron el uso natural en el que es contrario a la naturaleza. Del mismo modo también los varones, desechando el uso natural de la mujer, se abrasaron en amores brutales de unos contra otros, cometiendo torpezas nefandas varones con varones y recibiendo en sí mismos la paga merecida de su obcecación” (Rom 1, 22-24 y 26-27) — “En verdad, este vicio no puede jamás ser comparado con ningún otro, pues sobrepasa la enormidad de todos los vicios. ... Contamina todo. Por su propia naturaleza, no deja nada puro, nada limpio, nada que no sea inmundicia. ... De hecho, después que esa serpiente venenosa introduce sus colmillos en la infeliz alma, la razón se retira, la memoria se desgarra, y la claridad de la mente se oscurece. Él no se acuerda más de Dios y hasta se olvida de sí mismo. Esa plaga socava los fundamentos de la fe, debilita la fuerza de la esperanza, destruye el lazo de caridad; aleja la justicia, subvierte la fortaleza, expulsa la templanza, entorpece la perspicacia de la prudencia” (San Pedro Damián, Cardenal y Doctor de la Iglesia, Libro de Gomorra). — “... la ley civil ... no puede entrar en contradicción con la recta razón sin perder la fuerza de obligar en conciencia. Toda ley propuesta por los hombres tiene razón de ley en cuanto es conforme con la ley moral natural, reconocida por la recta razón ... Las legislaciones favorables a las uniones homosexuales son contrarias a la recta razón porque confieren garantías jurídicas análogas a las de la institución matrimonial a la unión entre personas del mismo sexo. (...) Poniendo la unión homosexual en un plano jurídico análogo al del matrimonio o la familia, el Estado actúa arbitrariamente y entra en contradicción con sus propios deberes” (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, 3 de junio de 2003, nº 6).
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