Plinio Corrêa de Oliveira
La primera fotografía nos muestra el castillo construido en el siglo XIX por el rey Luis II de Baviera (segunda ilustración), famoso en el mundo entero. Corresponde a una concepción que podríamos calificar de romántica y wagneriana de la Edad Media. Él posee esta nota característica: el hombre que lo imaginó quiso construir un castillo que reflejase todo el espíritu medieval, o sea, el sentido del combate y de la dignidad hidalga del hombre de aquella era histórica. El castillo está situado en un panorama extremamente favorable: un extenso movimiento montañoso, que se prolonga y va descendiendo. De manera que el castillo se localiza en una especie de cumbre con relación a todas las inmediaciones próximas, teniendo como fondo de cuadro dos aspectos bonitos de la naturaleza: los lagos —en lo alto de la montaña, siempre con agua purísima— y un bosque. No un bosque virgen, aunque sea tan denso y vigoroso que quedamos con toda la sensación de estar frente a una selva virgen.
La primera impresión que el castillo sugiere, a mi modo de ver, es causada por el juego de las torres, sobre todo la torre más alta, que parece desafiar los montes atrás, como quien dice: “Yo estoy en la cumbre del orbe, más alto que yo no hay nadie”. El cuerpo principal del castillo, constituido de varios pisos, es el trazo de unión entre otros dos edificios que terminan también en torres, pero desiguales. En seguida, la entrada del castillo, que remata y recoge toda la atmósfera de grandeza que se ve, y cierra esa grandeza como en una copa, representada por el patio interno del edificio. Se trata de una construcción de piedra o de ladrillo rojizo, con un portal magnífico. Se tiene la idea de algo jerárquico. Visto el edificio de abajo hacia arriba, hay una gran terraza, de donde se domina la naturaleza. El castillo refleja un aspecto altamente jerárquico de la grandeza, que tiene grados y que en ellos se desdobla, hasta tocar los hombres menores. Como que acaricia a quien quiere entrar en él con buena intención, y expresa una amenaza hacia la persona que desea entrar con mala intención. Porque este castillo revela algo de fortaleza, y ésta expresa algo de prisión. Se siente la existencia concreta o posible de siniestras mazmorras en la parte de abajo, para castigar el crimen. Así, Neuschwanstein es un castillo altamente simbólico.
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